miércoles, 23 de diciembre de 2015

Esa es la chica


Ronald, tenia no menos de veinte minutos hablándole a Hermione, de compra de preservativos, lubricantes, juguetes, y otra infinidad de productos de obvios usos, además de entregarle una agenda electrónica con todos sus contactos personales y de proveedores, que según sus propias palabras le harían la vida mas fácil.

—Así que... ¿Con que frecuencia debo comprarte esos...Artículos? —Preguntó un tanto abrumada de información.

—Bueno, eso va a depender. Por ejemplo, tengo como un mes que no grabo porque me estaba haciendo cargo de un proyecto pequeño, pero la próxima semana saldremos, es decir que esta dosis de preservativos —Con un dedo, Ron tomó una caja que estaba en su estante y se la mostro a Hermione—, no me durara mucho, te darás cuenta con los días de que el gasto en unas cosas es mayor que en otras, los condones, si son de alto desgaste, pero los lubricantes no tanto, ya sabes... Si tengo sexo duro no lo necesito. —Hermione cerró los ojos y miró hacia la ventana, preguntándose en que mierda se había metido, "sexo duro", ella ni siquiera comprendía con exactitud las sensaciones del sexo duro

—Así que es tan simple, como que en el momento en que se comiencen a acabar compro nuevos... —Afirmó lo más  profesional que pudo ante sus pensamientos.

—Exacto, eres una chica lista. —Ironizó, sin perder de vístala cara de fastidio de Hermione, por lo que ella consideraba irrespetuosa acción.

Desde que había entrado en aquella fea oficina, Hermione no había apartado la vista de la ventana, porque sentía que era ese punto de respiro de la habitación y de todo el lugar, como si fuese la mascarilla de oxígeno.

La muchacha, vio con desagrado aquel pequeño espacio, no solo porque era anticuado, sino también con colores horribles. Las paredes estaban divididas verticalmente con una franja negra; arriba, un color amarillo mostaza, y abajo, un color verde muy oscuro y desgastado, era espantoso, como si ese lugar estuviese atrasado en los años cincuenta, pero la ventana, era otra cosa, era toda luz, aire, y le dejaba saber que seguía existiendo un lugar afuera de ese horrible horario, lejos de ese lugar, y de ese arrogante tipo que era su jefe.

—¿Alguna otra cosa que quieras saber? —Preguntó el pelirrojo quitándose la camisa.

—Si... Dos cosas. —Hermione fruncía el ceño a medida que Ron sacaba su correa.

—Tu dirás.

—La primera, ¿quién decoró éste lugar?, y la segunda... ¿Por qué te estás quitando la ropa?. —Ron rio sacando sus pantalones, bóxers y calcetines de una sola vez, pues los zapatos habían volado mientras ella preguntaba.

Hermione no esperó a que el respondiera, casi saltó hacia atrás con la cara tapada por sus manos.
— ¡Haz el favor de cubrirte! —Gritó, ante la sorpresa de Ron, que había pasado de reírse a mirarla como si fuese un fenómeno.

—Hermione es solo un pene, y lo hago porque tenía razón, eres una mojigata... —No era que no quisiese decir aquellas palabras, las dijo con total conocimiento de causa.

— ¿Disculpa? —La chica destapándose los ojos, y mirando hacia otro lado tenía en su cara una oda a la dignidad.

—Mira, no me importa tu vida sexual, de hecho me da igual tu mojigatería, la cosa es, que a partir de mañana verás cosas mucho más fuertes que ésta, y necesito que estés preparada para cuando te pida algo, y más aun la semana próxima cuando empiece yo a grabar, en este trabajo no se puede ser lento, porque el tiempo es dinero ¿comprendes?

—Y para darme esa explicación debías desvestirte. —Bueno, bien era cierto que el pelirrojo, no pensaba vestirse hasta que ella lo viese y se tranquilizara, era cierto lo del "ejercicio", pero en su no tan profundo ser sentía cierta satisfacción al verle irradiar inocencia y enojo, a esa obviamente mujer.

—Sí, y hasta que no me mires como una mujer adulta, conocedora del cuerpo masculino, que ha jodido la cantidad de veces necesaria como para saber que son las bolas, no me pienso vestir. —Hermione indignada, se levantó del mueble donde se encontraba, y con todas sus fuerzas lanzó contra el piso una libreta que le había dado el pelirrojo para anotar.

—Quisiera decir que fue un gusto, pero no es así, ¡Ronald Weasley lo que haces con las manos lo destrozas con el pene, idiota, no tenia que conocerte por una semana como para saber lo patán que eres! —Con los ojos muy abiertos y la respiración al tope por la ira, la chica se acercaba mas a él apuntándolo con cada frase, y a todas esas, sin mirarlo a la entrepierna.

—Espera...Espera, no te enojes, vale ya me visto. —No pensó que realmente se enojaría de aquella forma.

— ¡Me largo! —Hermione salió de la oficina como un rayo, sin mirar atrás, con un Ron desnudo caminando tras ella, ante las atentas miradas de los presentes, que se preguntaban el por qué de la discusión, aunque no así, el por qué su jefe estaba desnudo, al final aquello era plenamente normal.

—Hermione disculpa, no fue mi intención ofenderte... —Ron tomó el brazo de la chica que se zafó de manera instantánea, tomando sus libros de uno de los mesones de la producción, no sin antes abofetearlo.

Para Ronald, aquella cachetada fue una clara alarma de que debía alejarse y dejarla ir si ella quería. Sabía reconocer a ese tipo de mujeres, eran dignas, y de carácter como el demonio, como su madre y su hermana, así que no se acercaría al menos, no en ese momento. Ronald colocó de golpe  ambas manos en alto y retrocedió dando media vuelta, permitiendo a todos ver su trasero desprotegido, ante una muy enojada Hermione.


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—Me estas jodiendo... —Dijo Luna con una sonrisa de incredulidad en la cara.

—No, no te jodo, el muy sínico salió a decirme que no había sido su intención y bla bla bla. —Hermione contaba la anécdota del día a Luna, en su apartamento, mientras movía las manos de un lado hacia el otro, aun enojada, por lo sucedido aquella tarde.

—No lo puedo creer... Pero, ya sabes, ¿Lo tenia... Grande? —Desde que Hermione le había contado el desnudo, ella simplemente no podía contener su curiosidad.

—¿Es en serio? —Preguntó la castaña en mitad de la sala, parando de golpe con las manos en sus costados, y con evidente molestia.

—Bueno, no me culpes, es que con los fotomontajes es muy fácil mentir, uno lo ve en un video y dice... POR LA REINA ES ENORME... Pero quizás en vivo no lo es tanto. —Intentó excusarse aun de la manera más lógica posible.

—No lo vi, ¿te parece? —Se cruzó de brazos la chica.

— ¿Sabes Hermione?, se lo que es la vista periférica y también se que eres muy observadora. —la muchacha resopló, y alzó los brazos hacia el techo como si esperase iluminación divina, con los ojos en blanco.

—Luna... Vete... A... La mierda. —Dicho aquello, y tras una risotada de la rubia, Hermione salió del apartamento, ofuscada al igual que esa tarde.


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—Cristo... Cristo... Cristo. —Decía Draco tomando su cabeza, mientras intentaba sentarse muy lentamente en el mueble.

—Llamar al señor no hará que ese dolor de cabeza se te vaya. —Rolf estaba frente al mesón de la cocina concentrado en la televisión, que colgaba del trípode en la cocina, al tiempo que revolvía el café.

—¿Por qué no me llevaste a mi casa anoche?. Creo recordar que me sacaste del bar con esa promesa. 

—Draco se levantó del sillón intentando ocultar sus ojos de la luz del sol, que entraba desde el balcón, y tomando profundas respiraciones para amainar las náuseas y las puntadas en la sien.

Rolf se volteo en la silla, para mirarlo aun con la taza en su mano.

—Lo hice, pero tu padre alegó que no te dejaría entrar en ese estado, por lo tanto te traje aquí.

—Vaya, que original de su parte. —Draco aun con paso lento se acercó a la nevera del rubio de dónde sacó una jarra con agua, para luego tomar un vaso.

— ¿Que vas a hacer con tu vida Draco?, y lo digo en serio, la prensa te destroza y con justa razón. ¿Tienes idea de la cantidad de estupideces que dijiste o hiciste anoche?

—Ahora eres mi padre. —Afirmó.

—No, no soy tu padre, pero me preocupas. Me da igual que le saques el dinero a tu familia, el problema, es que tu hígado no lo repararás con un puñado de libras. —Explicó.

—No soy  un alcohólico Scamander, solo me estoy tomando un tiempo para divertirme.

—Tienes dos años divirtiéndote. —Rolf se levantó del asiento y buscó un bolso de mano que se encontraba en uno de los muebles de la sala— Mira, no tengo problemas en buscarte todas las noches y hospedarte aquí, pero, no quiero que la prensa se centre en el mejor amigo de Draco Malfoy y descubran lo que hago, eso me complicaría las cosas a mí y a ti por asociación, sin contar con tu familia y la mía, así que haz  el favor de controlar tus actos.

Draco en posición de descanso sobre el mesón y con el vaso firmemente sujetado, asintió.

—Ya veo que no piensas responder, así que... Me largo, volveré en la noche, hoy debo grabar. —Una vez mas Draco asintió, pero esta vez con el pulgar en alto.


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—Así que... Asistente de un actor porno. Sabía que era una zorra. —Bellatrix Lestrange caminaba de un lado al otro de su habitación, escuchando a su amante despotricar de Hermione.

—Preferiría que no la insultaras. —Cormac que se encontraba sobre la cama, debajo de las sábanas miraba con cierto desdén a la mujer que se peinaba su desordenado cabello en el tocador.

—Como quieras, pero ya te lo había dicho antes, esas, con cara de santas son las peores. No sabes lo que desearía que fuera mi alumna, le reprobaría todos los trabajos y mejor aun la materia. A veces me pregunto porque sigues con ella.

— ¿Y con quien se supone que debo estar?, ¿Contigo?, Bella, tu eres mi profesora, si por algún error del destino llegase a terminar con Hermione, tampoco estaría contigo abiertamente, tu perderías tu trabajo, y afectarías a tu familia, y yo sería expulsado de la universidad.

—Como quieras niño.

No era que Bellatrix tuviese un odio particular por Hermione, era más bien hacia toda mujer joven que se conservase hermosa. Desde que la crisis de la edad le había afectado, simplemente tomó la decisión de enojarse con cualquier chica, y buscarse amantes que la hiciesen sentir de veinte, el asunto era que su profesión le ayudaba pues era profesora en la universidad.

Bellatrix Lestrange, había sido una mujer muy condecorada por la sociedad londinense, en su juventud trabajó en los mejores bancos, e incluso llegó a asesorar a un par de primeros ministros en el área financiera, sin embargo, con la edad y la muerte prematura de su marido, desarrolló un gusto por la bebida, y con ella las consecuencias mentales de la misma, aunque no así físicas; seguía siendo una mujer hermosa a su manera, pero demasiado dañada internamente. Sus alumnos la consideraban inestable, y la mayoría generalmente dejaba la materia incluso antes de ver la primera clase, pues la fama la precedía.

Cormac Mclaggen llegó a su vida por el desafortunado incidente de necesitar pasar la asignatura a cualquier costo, y ese costo llevaba dos años, pues allí estaba, como casi todas las noches, disfrutando de lo que él consideraba experiencia sexual.

—La semana que viene es mi cumpleaños, ¿vendrás a la reunión? —Preguntó la mujer cual quinceañera enamorada.

Cormac levantándose del lecho como dios lo había traído al mundo, caminó hacia el baño donde se adentró dejando la puerta abierta.

— ¿Y cuál sería la excusa?, ¿Que me invitaste porque soy tu alumno preferido?, no Bella, no me quiero arriesgar, además tu familia es de las más importantes y no deseo surgir por asociación sino por esfuerzo.

Bella hastiada lanzó el cepillo contra  la cama y salió del recinto sin mirar atrás.

Cormac, quien se quedó esperando la réplica por unos segundos, se encogió de hombros, como si el asunto no fuese suyo, y entró en la ducha.

—Mujeres...

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Harry, del otro lado de la línea telefónica, se preguntaba cómo alguien podía ser tan bestia como para perder tres veces en menos de dos días a la misma mujer.

— ¿Pero qué mierda pasó Ron? —Dijo con la frente apoyada sobre su mano dejando que sus dedos tocaran el cabello, mientras la luz de la mesa donde estaba sentado iluminaba su conversación.

—Nada, simplemente me desnudé, para que luego no estuviese gritando por todo el set, pero la chica se volvió loca, me abofeteo como si en su vida hubiese visto un pene, y salió cual dama respetable. 

— Para Ron no había error en sus acciones, en su mundo la gente se desnudaba por principio, y por final también, ¿quién demonios se ofendía por ver a un hombre desnudo?

—Ron, es una mujer respetable, ella no es actriz... —Le reclamó el moreno.

—Hey, las chicas son tan respetables como cualquier otra, te lo he dicho mil veces, no hables así de ellas. —Daba casi risa, como alguien podía defender a una mujer de "ESAS", pero en cierta forma tenía razón, era solo sexo, y esa era su profesión. Puede que la sociedad las degradase a nada más que zorras, pero...¿No habían hecho lo mismo con aquella que corren carreras de carros, o juegan futbol?, las tratan de machos, y lo mismo sucedía con los hombres, ¿a cuantos no los habían tirado a la basura por homosexuales por ser bailarines de ballet?, de alguna forma, la defensa de Ron tenía lógica, ¿por qué no considerarlas mujeres respetables?, ¿no hacían aquello las mujeres casadas y no, en privado?, la diferencia real, era un numero, el del espectador.

Vale, lo siento, ¿pero como piensas hacer? —Recapacitó Harry bebiendo un poco de agua.

—No lo sé, ya que dices respetable mujer, se me ocurre que le deben gustar esas cosas de flores y eso... Ya sabes, para contentarla y que vuelva. —Ron se encontraba en su apartamento dejando botar una pelota relajante contra la pared, mientras descalzo daba un paso atrás o adelante para atraparla.

— ¿Flores?, si crees que eso sirva inténtalo, pero yo creo que esa chica no es ese tipo de mujer. —Reflexionó Harry, mirando como Ginny fruncía el seño desde la cama del hotel.

—Ilumíname Shakespeare... —Dijo simplemente Ronald colocando los ojos en blanco, y dejándose invadir por toda la gracia que le hacía pensar en detalles para una mujer.

—Bueno, no lo sé, tú fuiste el que se desnudó delante de ella... La ofendiste Ron, así de simple, no todas las mujeres son felices viendo tu, ¡oh! sagrado cuerpazo. —Harry al igual que Ron colocó  los ojos en blanco no pudiendo creer la cantidad de vanidad que tenía su amigo—, además, no lo sé, de seguro se te ocurrirá algo.

Ginny quien había estado mirando la televisión, quedo atenta a la conversación luego de que escuchara a Harry hablar de mujeres, pues ella era, ciertamente posesiva, sin embargo, había comenzado a hablar por señas con Harry.

— ¿Se desnudó?  —Preguntó abriendo mucho los ojos.

Harry asintió, colocando una mano en alto para que le diera un momento, hasta contarle lo sucedido.

—Así que simplemente debo ir, y el dios del romance aparecerá y me dirá que hacer.

—Algo así Ron, pero no te la llevaras a la cama. —Puntualizó el de los lentes.

—No creo que me deje, pero ya querrá. —Harry no soportó mas la conversación, así que dejo el auricular un segundo sobre la mesa para volverlo a coger segundos después.

—Mira idiota, si quiere o  no, ese no es tu propósito en este momento, ve y has que vuelva, si no quieres comprarte los preservativos por ti mismo, por el resto de tu vida.

—¿Y si hacemos otra entrevista? —Rogó el pelirrojo.

—Si es lo que quieres, adelante, pero te  encargarás tu de principio a fin, y dado que no tienes tiempo... Esa es la chica.

—Maldición, de acuerdo...

—Adiós idiota. —Harry a veces pensaba que hablar con él, era cosa de niños.

—Adiós... 

— ¿Qué demonios se le regala a una chica digna, que no trabaja de actriz? —Dijo en voz alta el pelirrojo dejando caer la pelota en su mano.


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Aquella mañana, Luna acababa de salir del edificio haciendo un par de muecas a Filch, pero delante de ella estaba Ronald Weasley en su Impala gris del año.

— ¿Tu eres la amiga de Hermione? —Preguntó.

—Sí... ¿cómo supiste que salía a esta hora? —Ladeando la cabeza un poco entrecerró los ojos.

—Le pregunte al vegete. —Expreso simplemente encogiéndose de hombros, y señalando con sus lentes de sol en la mano a quien barría las escalinatas.

—Bien, teniendo en cuenta que no me estas acosando... ¿Para qué me buscas?

—Tú eres el dios del romance... En mi caso...


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Hermione caminaba apresurada por los pasillos de la universidad, casi corría a su clase, pues por esperar a Luna que había estado desaparecida en acción, perdió más tiempo del necesario.

— ¡Hermione! —Grito Cormac alzando su mano, pero la chica simplemente alzo la suya, y siguió de largo ignorándolo, causando que este apretara la mandíbula y generase a su vez una mirada burlona de Bellatrix,  quien entraba en el salón contiguo al suyo para su cátedra del día.

Hermione llego hasta el salón con el aliento fuera del cuerpo, y para su suerte el profesor aun no había arribado, así que se dispuso a entrar más calmada pero su bolsillo derecho vibró.

Saco su teléfono, pensando que debía ser Luna, sin embargo un número desconocido, aparecía en la pantalla con un mensaje de texto.

"Segunda fila, puesto del centro"

Con cierto pánico, pues los atentados en Europa eran una sopa diaria, se dirigió hacia donde decía el mensaje, encontrando sobre el pupitre, una caja de regalo, y encima una simple nota de caligrafía bastante desprolija a su parecer, que decía.

Ábreme

Hermione tomó el paquete y lo movió de un lado a otro con cierto cuidado, de espaldas a la puerta del aula que apenas tenía un par de personas dentro.

Ron miraba desde la puerta con los ojos en blanco, y Luna a su lado.

— ¿Siempre es tan ridículamente precavida? —Susurró a la rubia que se encogió de hombros.

—No tienes idea de en lo que te estás metiendo.

—Ya veo. —Dijo el chico sonriendo, cuando la castaña abrió el paquete encontrando dos volúmenes de colección. En la portada rezaba;

Alexander Dumas
El Conde de Monte-Cristo

Con el seño fruncido abrió la tapa y ahí estaba la razón de su regalo.

Prometo no volver a desnudarme, a menos que lo pidas.

Hermione volteo hacia todos lados instintivamente, encontrándolo recostado en la puerta con una sonrisa malvada en el rostro.

—A menos que lo pida... —Pensó— Eso será interesante.

—Esperará para toda la vida señor Weasley. —Espeto al chico, desde la mitad del salón.

—Tengo tiempo, y paciencia, pero... Necesito a mi asistente.

Cormac quien había observado todo desde atrás de Luna sin ser visto, entro en el salón chocando el hombro del pelirrojo, quien se sorprendió, y cruzando la distancia que lo separaba de Hermione en tres largas zancadas, arrebatándole el la nota de la mano.

La leyó con el seño fruncido, y visiblemente encolerizado.

— ¿Solo asistente no...? —Tiró la nota en la caja, y luego salió de la escena como había entrado dejando a todos perplejos.


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